Durante los últimos 20 años, se han producido muchos cambios en el sector eléctrico de nuestro país, pero el momento actual en el que vivimos -marcado por la transición energética y las circunstancias de la pandemia- anuncia transformaciones aún más sustanciales.

Si echamos la vista atrás, el sector eléctrico de nuestro país ha asistido a más avances en las dos últimas décadas que en todo el siglo XX. No solo se han producido cambios tecnológicos, sino también de modelo organizativo y de supervisión. Comenzábamos este siglo con la reciente liberalización del sistema y la introducción de competencia, que permitió distinguir entre actividades eléctricas en régimen de competencia: la generación y la comercialización de electricidad, y las actividades reguladas (las redes eléctricas del transporte y la distribución, por su condición de monopolio natural). Evidentemente, esto exigió una adaptación de los mecanismos de supervisión y regulación. Por una parte, se fijaron las reglas de funcionamiento de los mercados en los que compiten todos los agentes en igualdad de oportunidades, participando libremente en los mercados y obteniendo su retribución en función de su intervención en los mismos –con una supervisión de estos resultados-; y otras muy distintas para las redes, en las que se fijan sus actuaciones y sus condiciones retributivas directamente por los reguladores.

Desde entonces, el sector eléctrico ha evolucionado progresivamente, con la entrada de múltiples agentes, la aparición de nuevos modelos de negocio y, sobre todo, por el cambio tecnológico que han supuesto las energías renovables. Por ejemplo, la apuesta realizada en nuestro país por estas tecnologías en la primera década del 2000 posibilitará que la eólica se convierta en la primera tecnología de generación eléctrica tanto en capacidad instalada como en producción.

Mientras tanto, las redes eléctricas han evolucionado y se están modernizando para adaptarse a nuevos retos.

En cuanto a la comercialización, los consumidores han adquirido un mayor poder: ahora pueden escoger a su suministrador libremente entre más de 200 comercializadores y se han abierto ante ellos nuevas opciones como el autoconsumo, los servicios energéticos y, en un futuro no muy lejano, los agregadores independientes para poder optimizar sus decisiones de consumo y obtener ahorros en su factura.

Toda transformación implica afrontar retos. Sin duda, el más importante ha sido el déficit tarifario. La continua presión en la tarifa eléctrica por el alza en los costes y el desacople con las subidas tarifarias generó un desfase recaudatorio de más de 30.000 millones de euros que derivó en una reforma que ha permitido retomar la senda del equilibrio.

Además, hemos asistido a numerosos desarrollos ampliamente debatidos: los derechos de emisión de CO2, las subastas de renovables, las subastas para fijar el precio trimestral del consumidor doméstico, las centrales virtuales, la desaparición de la tarifa integral, la desaparición de las primas y de precios regulados para las nuevas renovables o los cargos al autoconsumo, por poner algunos ejemplos.

Ahora estamos inmersos en una profunda transformación para lograr la descarbonización del sector eléctrico antes del 2050. Un objetivo alcanzable que convertirá al sector eléctrico en el mayor reductor de emisiones de gases de efecto invernadero durante la próxima década, gracias a la entrada masiva de renovables eléctricas y a las condiciones favorables de nuestro país en recursos renovables. El camino hacia la descarbonización pasa por la electrificación de nuestro consumo energético en todos los ámbitos. Por eso, para aprovechar este potencial renovable, debemos facilitar el acceso a la electricidad de una forma asequible. Y, para lograrlo, es necesario revisar los cargos e impuestos incluidos en el precio eléctrico y promover el uso de soluciones eléctricas, como la movilidad eléctrica o el uso de bombas de calor en los edificios, sin olvidar los procesos industriales electrificables. Más del 60% del consumo energético deberá ser eléctrico en 2050.

La transformación del sector eléctrico es irreversible y los cambios de los últimos 20 años pueden llegar a parecernos escasos dentro de otros veinte. Si esto sucede será, sin duda, porque este sector ha sido capaz de superar con éxito los retos que se avecinan ante la gran apuesta de alcanzar una sociedad climáticamente neutra.

Publicado en: Revista Energética