2018 ha sido un año memorable, por la multitud de hitos que se han acumulado a lo largo de estos doce meses. Entre ellos, un cambio de Gobierno que, como es lógico, se ha dejado sentir también en las políticas que atañen a la energía. Pero, además, atendiendo a la perspectiva comunitaria, en 2018 se ha continuado avanzando cada vez con mayor firmeza en la senda de la transición energética.

Desde una perspectiva interna, y por lo que se refiere a esta asociación, hemos culminado un proceso de renovación total que se ha extendido a la misión, la visión, la imagen y el nombre de la que ahora es ya la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (aelec).

Nuestra actividad se centra en la parte regulada de la actividad eléctrica, dentro de la que se encuentra la distribución que, en los últimos años, se ha revelado como pieza fundamental en el proceso de transición energética.

En efecto, esta actividad ha cobrado importancia vital en tanto que actúa como palanca facilitadora para la electrificación de la sociedad que, a su vez, es clave para alcanzar la necesaria descarbonización de nuestra economía y nuestra sociedad.

La actividad de distribución va a permitir que la energía eléctrica se extienda a nuevas formas y usos y llegue a sectores en los que su tradicional presencia ha sido poco relevante. Así, en áreas como la edificación, la industria y el transporte es de prever un fuerte impulso de la electrificación, de la mano de las directrices de Bruselas y en aras de lograr una reducción importante de las emisiones.

En concreto, la movilidad eléctrica va a requerir de una red suficiente de puntos de recarga, sin la cual sería imposible que el vehículo eléctrico llegue a constituirse como una alternativa viable y atractiva para el consumidor. De este modo, será preciso disponer de estos puntos de recarga, no solo en edificios comerciales y residenciales, sino, también, en la vía pública.

La digitalización de la red de distribución será, asimismo, esencial para la citada movilidad eléctrica, así como para el desarrollo de nuevas formas de consumo -como el autoconsumo.

En este sentido, merece la pena mencionar el elevado grado de digitalización de la red de distribución eléctrica en España, que redunda en la excelente calidad del servicio. Igualmente, cabe destacar que la práctica totalidad del parque de contadores son ya contadores inteligentes, con todas las ventajas y posibilidades que ello supone para el consumidor.

Y es que la digitalización facilita el empoderamiento del ciudadano, más informado y con mayor capacidad de gestión de su consumo, que podrá ajustar a sus preferencias y necesidades.

Hace falta, en definitiva, disponer de una red de distribución bien mallada, capaz de vertebrar todo el territorio nacional y que, gracias a la digitalización, sea capaz de asumir los retos que plantea el futuro. Todo ello obligará a realizar importantes inversiones en los próximos años, no solo para mantener la calidad del servicio, sino para acompasar todos estos avances y retos que, de la mano de la transición energética, van a ser en breve una realidad.

Por ello, habrá de contar con una tasa de retribución suficiente, que permita que el sistema eléctrico pueda afrontar las oportunidades y desafíos que tiene por delante y que, además, el suministro se mantenga en los altos niveles de seguridad y calidad en los que actualmente se encuentra.

En paralelo, se impone la necesidad de disponer de un marco legal estable y predecible, que pueda atraer las inversiones necesarias para el desarrollo de este proceso. Unas fuertes inversiones que, en un sector como el eléctrico, son a largo plazo.

En definitiva, las redes son cruciales en el presente, pero están llamadas a desempeñar un protagonismo aún mayor en el futuro. La transición energética y la lucha contra el cambio climático exigen un esfuerzo a toda la sociedad para caminar hacia un modelo de crecimiento económico que no genere emisiones.

Sin duda, la energía eléctrica, junto con la eficiencia energética, van a sustentar este cambio de modelo, esta transición en la que ya estamos inmersos. Las redes de distribución eléctrica, su fortalecimiento y digitalización, serán por su parte la herramienta fundamental y la condición “sine qua non” para llegar al escenario que perseguimos, en línea con las directrices comunitarias y con los Acuerdos de París.