La digitalización es un reto y, cada vez más, una realidad. Estamos en un proceso de tránsito hacia un mundo cada vez más digital, que comprende ya todas las facetas de nuestra vida cotidiana y se ha convertido en un fenómeno global.

En esta profunda transformación, el sector de la energía está demostrando una ambición de desarrollo digital por encima de la media. El ámbito energético y, más concretamente, el eléctrico, ya no podrían concebirse al margen de la citada digitalización, que ha permitido mejorar la calidad del suministro eléctrico y ampliar los servicios y posibilidades que ya hoy se abren para el consumidor.

Este proceso no debe descontextualizarse. La digitalización del entorno energético se está produciendo en medio de otro fenómeno de principal envergadura: la transición energética. Los gobiernos, la sociedad y la economía actuales tienen presente que estamos en una senda de lucha contra el cambio climático, en la que la descarbonización es una pieza clave.

Este avance hacia un mundo sin emisiones lleva aparejada una apuesta por la energía más sostenible y más compatible con este cambio de modelo, que no es otra que la electricidad.  La energía eléctrica se ha desvelado como la clave para avanzar hacia la descarbonización que, junto con la eficiencia, constituye la base sobre la que se cimienta la transición energética. La electricidad es, así, elemento esencial para poder alcanzar un horizonte de crecimiento sostenible y un escenario sin emisiones para mediados de este siglo.

Las empresas integradas en aelēc están firmemente comprometidas con estos objetivos, en consonancia con las políticas marcadas desde el ámbito comunitario y nacional.

Y es aquí donde, de nuevo, la digitalización cobra especial importancia, ya que es un requisito “sine qua non” para hacer posible esa revolución que supone la transición ecológica.

La electrificación de nuestra sociedad implica la adopción de nuevas formas de relacionarnos con la energía -como el autoconsumo-, la integración de una presencia creciente de fuentes de generación renovable y la extensión de electricidad a otros sectores -especialmente al transporte, la edificación y la industria-. Todo ello va a requerir de una red de distribución eléctrica que, además de segura y bien mallada, tiene que estar digitalizada, de modo que pueda afrontar los desafíos tecnológicos que todos estos cambios entrañan.

Para poder asumir este relevante reto, las empresas distribuidoras deberán hacer fuertes inversiones en los próximos años, que estimamos cercanas a los 30.000 millones de euros de aquí a 2030. Por ello, será necesario disponer de un marco retributivo y fiscal que haga posible y no dificulte este esfuerzo inversor, así como de una regulación estable y predecible.

La digitalización de la red redundará en importantes beneficios para el consumidor, que podrá acceder a valiosa información sobre su demanda de energía, gestionándola para amoldarla a sus necesidades individuales y optimizar su recibo eléctrico. Las compañías eléctricas están incorporando en su propuesta de valor nuevos servicios dirigidos al consumidor, al tiempo que la digitalización está trayendo consigo un refuerzo de la ciberseguridad.

En este sentido, merece la pena recordar el gran esfuerzo realizado por las compañías en los últimos años para renovar todo el parque de contadores español (unos 28 millones de contadores en total), sustituyendo los antiguos contadores analógicos por otros inteligentes. Un proceso que, en cumplimiento de la normativa vigente, se ha culminado con éxito en los últimos días de 2018 y que empodera a un consumidor cada vez más consciente y más concienciado.

No es posible predecir el futuro, pero parece evidente que una nueva forma de producir, de movernos, de comunicarnos y, en definitiva, de vivir, ha llegado para quedarse. Este nuevo paradigma entronca con la sostenibilidad, con la eficiencia, con el empoderamiento ciudadano y con la utilización de una energía, la eléctrica, que hace que todo ello sea posible. Todo apunta a que el camino a seguir será el de la electricidad y la digitalización. En aelēc, ya estamos en marcha.