Si en el año 2021 por estas fechas todavía estábamos peleando con los estragos que había dejado Filomena y continuábamos afrontando nuevas olas de coronavirus, tan sólo dos años después, en algunas zonas de España, las temperaturas se acercan a los 20 grados. Que nuestro país tenga un clima templado y apacible no justifica las temperaturas de este mes de enero, ni los fenómenos meteorológicos extremos que únicamente se pueden achacar al cambio climático y el calentamiento global. En estos días en los que se celebra el Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos, podemos decir que España está viviendo uno de los inviernos más cálidos en las últimas décadas.

Bajo el lema ‘Cooperación en un mundo fragmentado’, el foro de Davos no sólo nos plantea el cambio climático como uno de los principales retos de la Humanidad en la actualidad, sino también la necesidad que tenemos como sociedad de aproximarnos en asuntos de especial relevancia; sobre todo, en un momento en el que la energía se ha convertido en uno de los mayores problemas de los ciudadanos. Un reto difícil para una sociedad que, hoy, se sustenta en una base dividida y polarizada en aspectos que se tornan clave para abordar un futuro energético sólido y sostenible, para lo que se erige necesario poner en marcha y acelerar acciones encaminadas a garantizar el cumplimiento de los objetivos de acción climática bajo un marco estable para las energías renovables.

La energía es vida, un elemento fundamental del día a día de las personas. Por ello, garantizar una energía limpia y accesible será uno de los principales retos a abordar en Davos. No podemos quedarnos en una simple foto, en declaraciones sin fundamentos sólidos o en los grandes encuentros bilaterales que no se llegan a materializar en acciones concretas. No. Tenemos que ir mucho más allá y llegar a los problemas de las personas de un mundo que está experimentando en los últimos años una transformación sin precedentes.

Desde el sector eléctrico se ha de considerar este foro de 2023 como una gran oportunidad para dialogar y establecer mecanismos de cooperación público-privada; para afrontar la actual crisis energética, pero también como elemento sostenible en el tiempo para seguir impulsando el cambio a futuro. Mejorar nuestro devenir y estimular el crecimiento económico mediante propuestas tecnológicas y de negocio innovadoras son dos requisitos fundamentales que se deben tratar en esta cumbre. Porque el tiempo que dediquemos ahora a abordar estos asuntos se convertirá en una inversión de futuro, en una recuperación verde y más innovadora que permitirá seguir construyendo economías más resilientes, competitivas y sostenibles en el medio y largo plazo.

Innovación estratégica

Es aquí donde la innovación se ha de convertir en nuestra aliada estratégica para seguir con la recuperación y un progreso más verdes, y donde las instituciones deben ser garantes e impulsoras de paquetes de medidas que faciliten el estímulo necesario para poder alcanzar los objetivos marcados, como el de la descarbonización y la neutralidad en emisiones. No debemos olvidar que la UE tiene por objetivo ser neutra en términos climáticos para el año 2050, lo que se traduce en tener una economía con cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Un reto al que se ha sumado España y para el que se han puesto en marcha una serie de políticas y estrategias dirigidas a conseguir la neutralidad climática.

Si se logrará alcanzar o no esta meta -y en el plazo establecido- no se puede asegurar con todas las garantías. Pero lo que sí está claro es que la industria eléctrica pondrá todo de su parte para que así sea, siempre y cuando se produzca la unión de esfuerzos de todos los agentes y sectores implicados, lo que permitirá multiplicar la eficacia de los compromisos individuales y poner en marcha nuevas soluciones colaborativas.

Empresas e instituciones hemos de ir de la mano en esta ardua pero meritoria tarea, en la que una de las prioridades será el desarrollo de las energías renovables dentro de un marco regulatorio estable para crear así un sistema firme y, por tanto, más previsible.

Un reto ilusionante, a la par que complicado. El primer hito, cada día más cerca, es el horizonte 2030 y, para entonces, deberemos contar con, al menos, el 40% de cuota de energías renovables en el consumo final de energía para cumplir con los objetivos marcados por la Unión Europea en el marco de clima y energía. Un año en el que tendremos mayor certeza de si España alcanzará en 2050 la neutralidad en sus emisiones.

Publicado en Expansión